Islas Canarias
Gran Canaria
El bucio es un aerófono, una trompa natural hecha con la caracola de la Charonia lampas, denominado históricamente como Trompa de Tritón. Distribuido por todas las islas del archipiélago canario, su nombre proviene del portugués búzio (y del latín bucinum, trompeta). El instrumento se consigue cortando el extremo opuesto a su abertura para colocar los labios. El toque de bucio que escuchamos pertenece a la Rama de Las Marías en Santa María de Guía.
Entre las celebraciones de raigambre aborigen que persisten, aunque sincretizadas bajo formas cristianas, se encuentran las Bajadas de la Rama, eco de las procesiones rogativas de lluvia de los antiguos canarios. Por Viera y Clavijo conocemos que portaban ramas de árboles a las montañas sagradas, donde las harimaguadas danzaban y cantaban al mismo tiempo que la gente clamaba al cielo, y después eran conducidas por el faycán en procesión hasta la playa, donde se depositaban las conchas de los bucios, y terminaban dando golpes con las ramas a la superficie del mar.
A través de estas manifestaciones observamos como la prolífica y singular biota canaria –el conjunto de sus organismos vivos– no solo gozó de un proceso de selección y evolución natural, sino también cultural. Proceso en el que aflora una suerte de comunión específica de lo vivo con su entorno más inmediato a través de la cultura. Un entrelazamiento que, por otra parte, entendemos no debería limitarse sólo al pasado, sino proyectarse hacia el futuro… A nosotros nos corresponde tejer realidades más ricas y respetuosas a partir de lo existente.
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Se cree que el uso del bucio (caracola de la Charonia lampas) se remonta a los pobladores de las islas antes de la llegada de los conquistadores españoles. Su utilización para hacer señales útiles o festivas se ha mantenido en el archipiélago por los pastores, desarrollando toques específicos para cada situación, y también como señal para marcar la hora de suelta en los trabajos agrícolas o para avisar cuando se prendía fuego el monte. La grabación recoge el jaleo y los toques de bucio en las hogueras de San Juan en La Aldea de San Nicolás.
Si en la bajada de las ramas el bucio acompaña al agua, en la noche de San Juan lo hace con el fuego, elemento esencialmente ligado al origen volcánico del archipiélago.
Curiosamente, oquedades cubiertas por lava y chimeneas volcánicas reciben en las islas la toponimia de bucios, haciendo emerger, por traslación metafórica, la imagen del territorio como una gran caracola. Un territorio colonizado, poco a poco, por la evolución de especies endógenas o por la llegada de especies cosmopolitas, fruto de la estratégica posición del archipiélago canario en las travesías oceánicas a partir del siglo XVI.
Ciertamente, mucho antes que las plantas de Doramas alcanzarán su distribución cosmopolita gracias a los viajes humanos, los bucios ya lo habían logrado de manera natural, como demuestran las conchas de Charonia lampas encontradas entre los maoríes de Nueva Zelanda, en la otra punta del mundo, o la existencia de conchas similares en cuevas paleolíticas, lo que las convierte en uno de los primeros instrumentos sonoros de la humanidad.
De esta forma, si el bucio como instrumento emite señales, como caracola nos conecta con el sonido de paisajes marinos, en ocasiones, distantes. De alguna manera Kleos Doramas puede pensarse como una caracola que permite utilizar las plantas cosmopolitas que nos rodean para conectarnos a sus paisajes originarios a través de la música.
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Lanzarote - Fuerteventura
André Schaeffner plantea en su libro “El origen de los instrumentos musicales” que el entrechoque de dos objetos de materia y forma idéntica es uno de los impulsos más naturales y primigenios de la actividad musical. La lapa majorera o lapa de sol (Patella candei) es una especie de molusco endémico de la Macaronesia, y se piensa que los habitantes prehispánicos de las Canarias ya las usaban como instrumento musical.
Tradicionalmente las lapas se sujetan con una mano, repiqueteándolas entre la palma y los dedos de la otra, joroba con joroba. Su uso se ha mantenido más vivo en las islas orientales (Fuerteventura, Lanzarote y La Graciosa).
Las excavaciones arqueológicas muestran la importancia de las lapas en la alimentación de los antiguos canarios y el papel de las mismas en la ornamentación, el baile y el cuerpo.
El fragmento sonoro que escuchamos, extraído del taller de la lapa de sol en el CEO de Valleseco (Gran Canaria), se escucha en Doramas subiendo la ladera asociado al Tarajal (Tamarix canariensis). Distribuida por los barrancos y costas de las islas, con la diversidad de tu toponimia –Tarajales, Tarajalera, Tarajalejo– el tarajal pone de manifiesto cómo algunas voces aborígenes canarias pasaron al español, implantado tras la conquista. Curiosamente muchas de ellas pertenecen al mundo de la flora.///
Tenerife
Juan Bethencourt, historiador tinerfeño del pueblo gomero, escribía a finales del siglo XIX que un viajero que visitara por primera vez la isla de La Gomera escucharía silbidos suaves como de pájaros o intensos como de locomotora, algunos rápidos y otros sostenidos; sin saber que los silbidos estaban hablando de su presencia. Usado por los guanches antes de la colonización española, el silbo es un lenguaje articulado que traslada o sustituye los sonidos del lenguaje ordinario involucrando a los dos hemisferios del cerebro en su desciframiento, como ocurre con la música. Con la desaparición del idioma guanche originario, los últimos gomeros prehispánicos comenzaron a codificarlo sobre la lengua castellana. Algunos investigadores han planteado la hipótesis de su origen africano al haberse reconocido un uso similar en el Atlas. En La Gomera, el silbo envía mensajes hasta 5 km de distancia a través de su compleja orografía de barrancos.
Justamente, los barrancos afloran como cuencas acústicas de comunicación que conectan las montañas con las costas, enhebrando -en su camino- la multitud de los ricos y diversos micropaisajes insulares… Uno de ellos, el barranco de Guiniguada de Gran Canaria, fue el lugar seleccionado por Sventenius para cultivar el jardín botánico Viera y Clavijo. Auténtico crisol de la vegetación autóctona del archipiélago canario.
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La Palma
Como
si fuera un canto de sirenas, el llamado de morenas se utiliza en su
pesca para atraerlas y dejarlas aletargadas cuando la marea está vacía
(con la luna llena o con la luna nueva). Si la morena sale por el silbo o
la carnada es un tema abierto. Lothar Siemens plantea que la
sensibilidad de la morena a los silbidos ya la reconocía el poeta griego
Nicandro a principios del siglo II a.C. Las palabras pronunciadas en el
canto varían de una isla a otra, pero en casi todas se suele utilizar
la fórmula: "Jo, morenita… Jooo", así como: "ven morenita pintada, que
viene el macho y te come la carnada".
El arte de pescar sierpes marinas se hace desde tierra firme o desde pequeñas embarcaciones. Por Leonardo Torriani conocemos que los aborígenes canarios “hacían barcos de árbol de drago, que cavaban entero, y después le ponían un lastre de piedra, y navegaban con remos y con vela de palma alrededor de las costas de la isla”.
Si bien los viajes realizados a través de embarcaciones fabricadas con drago no llegaron muy lejos, si lo hicieron los relatos simbólicos ensamblados con ellos. Reconstruyendo sus travesías, Peter Mason nos muestra como las primeras representaciones del drago (Dracaena draco) en pinturas como el tríptico del Paraíso del Bosco o la huída a Egipto de Durero, establece un vínculo directo con la experiencia del viaje, de lo exótico, o del edén.
Desde este punto de vista, las “Islas Afortunadas” no sólo se transformaron en un puente real entre Europa y América, sino también en un umbral imaginario entre lo real y lo paradisíaco.
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Una de las campanas pequeñas de la ermita de Tijarafe perteneció, según reza una inscripción de 1715, a un barco del pirata Samuel Bellamy (Black Sam) a cuya tripulación, gobernada democráticamente, se les conocía como los “hombres de Robin Hood”. Poco sabemos de cómo terminó la campana en esta espadaña, pero sí de cómo empezó a dialogar con otros instrumentos musicales, como el tambor denominado “caja de guerra” a ritmo de tajaraste, o con las chácaras mientras se baila la Jullona en el Hierro. Arriba en el campanario y abajo en la plaza, campanas y chácaras se emparejan, una maja y otra repica.
Ante la ausencia de memoria oficial, campanas y chácaras producen una memoria menos abstracta y más sensorial. La inscripción en la campana de Black Sam podría llevarnos al Caribe capturando barcos con oro fruto de la venta de esclavos, mientras que el propio término chácara nos llevaría al norte de África, donde los términos imazighen continentales šakar y aškaran, significan pezuña o uña. Pero si confiamos nuestro recuerdos en vez de en las palabras en los materiales mismos, el bronce de la campana nos hablaría de las técnicas aplicadas para moldearlas en Oriente hace 4.000 años. Desde allí la morera (Morus alba) se expandió hacia Europa y el archipiélago canario, donde la madera dura del corazón de su tronco se ha utilizado para construir chácaras.
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El Hierro
El baile del vivo es la única danza pantomímica que se conserva en el archipiélago canario. Lothar Siemens indica que en Tetuán se conserva una danza parecida entre los judíos sefarditas, y que algunos rasgos de “el vivo” han llegado hasta ciertos pueblos de los Andes. Desde su supuesto origen en Castilla y Extremadura asociado a los antiguos cantos del alba judeo-sefardíes, su viaje como expresión cultural le ha llevado al corazón de América pasando por el archipiélago canario.
El vivo se danza al ritmo ternario de un único tambor herreño, fabricado con pino canario (Pinus canariensis), el árbol más abundante en las islas. Una conífera que domina uno de los pisos más altos de vegetación del archipiélago, alrededor de las cumbres volcánicas, donde rebrota con facilidad tras el fuego, y donde se localizaban los hornos utilizados para producir brea para calafatear barcos transoceánicos con sus cenizas.
Los pisos de vegetación asociados a los altos volcanes de canarias como el Teide y otros americanos como el Chimborazo en Ecuador, sirvieron a von Humboldt para perfilar su concepción de la biogeografía, una ciencia que estudia los patrones de relaciones que se hallan tras la distribución de los animales y las plantas por el mundo.
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La Gomera
Uno de los usos de la flauta de caña más común y recordado en La Gomera está asociado a la actividad pastoril. En 1785 Viera y Clavijo hablaba de los artesanos de la caña que fabricaban flautas y comentaba la existencia de estos instrumentos en la población prehispánica. Las semejanzas del “pito herreño” con otras flautas de la península ibérica son muy fuertes y además a la flauta se le llama “nai”, lo que la conecta con la flauta en el mundo islámico. En La Palma, la flauta de pico se usa para el baile del sirinoque, término que conecta por un lado con el término amazigh sirinnokke (baile del gusano), pero también se puede vincular etimológicamente con la palabra griega syrinx que se aplicaba a la flauta de pan.
Tras estas conexiones etimológicas emerge un devenir sonoro común de ciertas especies botánicas, cuya distribución cosmopolita permitió la emergencia de instrumentos de viento semejantes en culturas aparentemente sin relación. Talio Noda y Lothar Siemens realizarón un bellísimo estudio en La Palma, recolectando usos populares de plantas como aerófonos. Siguiendo su clasificación, podríamos descubrir el parque Doramas como un taller luthier, conformado, entre otros, por “oboes” de bignonia y platanero; “clarinetes” de ficus y laurel o “flautas” de pino, níspero y caña.
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López Viera plantea que una de las características sonoras más importantes en la base del toque de tambor gomero es la heterofonía. Esta se caracteriza por articular variaciones sobre una misma línea melódica, varias voces que generan diversidad sobre una sola voz. De manera inversa, podemos ver en el tambor gomero unidad en la diversidad, al reunir en su esencia los rasgos comunes presentes en las múltiples ideas de tambor que proliferan en todo el mundo.
Si lo vemos como un cruce de conexiones históricas, independientemente de si “es” gomerita o no, con cada golpe del tambor podemos pasar de los “magos” gomeros al tajaraste, construido con madera de drago según Viera y Clavijo, o con la penca seca del cardón según Bethencourt. Con otro golpe del palo, el nombre del tajaraste nos lleva a un supuesto pasado precolonial asociado a la lengua amazigh, y su baile se conecta con la danza barroca “le tambourin”, o según Trapero, se conecta con los vaqueiros asturianos o la jota castellana del campesinado que coloniza Tenerife; Jota que a su vez es un híbrido morisco y castellano. Otro golpe más del tambor y Roberto Hernández conecta el baile con pandero y flauta aborigen canaria con la cultura bereber del Atlas, y de ahí otro golpe nos lleva hasta las fiestas anuales que se celebraban en Roma en honor de Cibeles, diosa de la fertilidad y de la naturaleza y Attis, el dios de la vegetación.
Kleos Doramas aspira a ser una una heterofonía de conexiones históricas entre músicas y plantas en un pasado de encuentros y colonizaciones.
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